Hoy temprano...Salí a caminar por el parque, era una mañana tranquila.Comienzo de primavera, las golondrinas llegaban anunciando una hermosa estación del año.
Seguí mi caminata contemplando como la naturaleza mostraba sus señales a travez del follaje de los árboles, y en el trino de los pájaros, cuando de pronto vi un bulto a la distancia, desvié mi camino,me acerqué hasta él.
Encontré un hermoso gatito blanco. Me miró como pidiendo ayuda, sus ojitos brillaban, solo emitía un gemido, se notaba débil, era tan pequeño, tendría horas de vida, miré a su alrededor y estaba abandonado. Sentí la necesidad de tomarlo en mis brazos, y acunarlo; cuando lo alce se acurrucó en mi pecho, refregando su nariz entre mis ropas.
Abandoné el paseo, regresé a casa cargando en mis brazos a la pequeña mascota.
No era común en mi, sentir afinidad con los animales, y menos tener mascotas, compartir mis días y mi casa con un felino; pero este era especial.
Había despertado en mi,desde el instante que lo miré,un sentimiento que jamás había sentido.
Pero todo en la vida tiene un porque:..la necesidad de compañía.
Me sentía sola, y cuando la soledad me asfixiaba, iba al parque en busca de sosiego y libertad, para renovar fuerzas y seguir andando.
Esa mañana el regreso a casa fue distinto a todos a lo largo de mi vida;. traía en mis brazos a Tomí, a quien sin darme cuenta ya lo había bautizado.
Lo alimenté, le busqué su lugar, armé su cama junto a la estufa, al lado de mi sillón, donde pasaba gran parte del día.
Así fue que empezamos nuestra convivencia.
Poco a poco, pasó de ser una mascota, a alguien muy importante dentro del hogar.
Al comenzar el día no era yo mi prioridad, sino Tomí, y Él desde su cuna lamiéndose, me miraba satisfecho, tenía todo lo que una mascota necesitaba, más el amor que le profesaba, pero El lo sabía retribuir, con maullidos y revoloteo por la casa, cuando por las tardes salíamos al patio, se trepaba a los árboles y jugueteaba con los pájaros que allí anidaban, hasta cansarse.
Para mi no había mayor placer que contemplar como un felino tan pequeño, sabía disfrutar de todo lo que lo rodeaba; éramos los dos felices: así pasaron los años.
Hasta que un día, Tomí, ya entrado en años empezó a decaer, pero sus deseos de trepar y jugar no lo abandonabon; subió al árbol tan alto agotando sus fuerzas, que no lo ayudaron a descender y se desplomó, quedando tirado en el suelo.
Corrí hacía El y vino a mi mente del día que lo encontré en el parque, solo que su mirada no brillaba, era opaca y traspasaba la mía; lo levanté, lo acune en mis brazos y emitió el mismo gemido de aquel día y muy lentamente arrimo su nariz a mi pecho.
Lo llevé a su cuna.... ya no respiraba, su mirada perdida el el espacio.
Tomí.. había partido..
la casa quedó vacía y yo en soledad....
Tomé su cuna, me fui al patio, entre los árboles, donde jugaba cavé su fosa .
Poco a poco la fui tapando, en cada puñado de tierra era un recuerdo de Tomí.
Fue hermoso el tiempo compartido con mi mascota; pero todo tiene su fin.
Cuando salía al patio solía contemplar donde lo había enterrado: Una mañana vi asomar un brote
sobre la tumba de Tomí
Quede paralizada!!!!....
¿Era Tomí que regresaba???...
Me dediqué a proteger aquel brote como lo había hecho con El.
Cuando llegó la primavera se había transformado en un hermoso arbolito, los pájaros revoloteaban a su alrededor.
Entre las hojas nacían capullos, que al abrir eran flores tan blancas como El, inundando el patio de una hermosa fragancia tan dulce como había sido Tomí....
,
Seguí mi caminata contemplando como la naturaleza mostraba sus señales a travez del follaje de los árboles, y en el trino de los pájaros, cuando de pronto vi un bulto a la distancia, desvié mi camino,me acerqué hasta él.
Encontré un hermoso gatito blanco. Me miró como pidiendo ayuda, sus ojitos brillaban, solo emitía un gemido, se notaba débil, era tan pequeño, tendría horas de vida, miré a su alrededor y estaba abandonado. Sentí la necesidad de tomarlo en mis brazos, y acunarlo; cuando lo alce se acurrucó en mi pecho, refregando su nariz entre mis ropas.
Abandoné el paseo, regresé a casa cargando en mis brazos a la pequeña mascota.
No era común en mi, sentir afinidad con los animales, y menos tener mascotas, compartir mis días y mi casa con un felino; pero este era especial.
Había despertado en mi,desde el instante que lo miré,un sentimiento que jamás había sentido.
Pero todo en la vida tiene un porque:..la necesidad de compañía.
Me sentía sola, y cuando la soledad me asfixiaba, iba al parque en busca de sosiego y libertad, para renovar fuerzas y seguir andando.

Lo alimenté, le busqué su lugar, armé su cama junto a la estufa, al lado de mi sillón, donde pasaba gran parte del día.
Así fue que empezamos nuestra convivencia.
Poco a poco, pasó de ser una mascota, a alguien muy importante dentro del hogar.
Al comenzar el día no era yo mi prioridad, sino Tomí, y Él desde su cuna lamiéndose, me miraba satisfecho, tenía todo lo que una mascota necesitaba, más el amor que le profesaba, pero El lo sabía retribuir, con maullidos y revoloteo por la casa, cuando por las tardes salíamos al patio, se trepaba a los árboles y jugueteaba con los pájaros que allí anidaban, hasta cansarse.
Para mi no había mayor placer que contemplar como un felino tan pequeño, sabía disfrutar de todo lo que lo rodeaba; éramos los dos felices: así pasaron los años.
Hasta que un día, Tomí, ya entrado en años empezó a decaer, pero sus deseos de trepar y jugar no lo abandonabon; subió al árbol tan alto agotando sus fuerzas, que no lo ayudaron a descender y se desplomó, quedando tirado en el suelo.
Corrí hacía El y vino a mi mente del día que lo encontré en el parque, solo que su mirada no brillaba, era opaca y traspasaba la mía; lo levanté, lo acune en mis brazos y emitió el mismo gemido de aquel día y muy lentamente arrimo su nariz a mi pecho.
Lo llevé a su cuna.... ya no respiraba, su mirada perdida el el espacio.
Tomí.. había partido..
la casa quedó vacía y yo en soledad....
Tomé su cuna, me fui al patio, entre los árboles, donde jugaba cavé su fosa .
Poco a poco la fui tapando, en cada puñado de tierra era un recuerdo de Tomí.
Fue hermoso el tiempo compartido con mi mascota; pero todo tiene su fin.
Cuando salía al patio solía contemplar donde lo había enterrado: Una mañana vi asomar un brote
sobre la tumba de Tomí
Quede paralizada!!!!....
¿Era Tomí que regresaba???...
Me dediqué a proteger aquel brote como lo había hecho con El.
Cuando llegó la primavera se había transformado en un hermoso arbolito, los pájaros revoloteaban a su alrededor.
Entre las hojas nacían capullos, que al abrir eran flores tan blancas como El, inundando el patio de una hermosa fragancia tan dulce como había sido Tomí....
,
Tomí,simboliza todo aquello que amamos,y la vida o el destino,sin explicación,nos arrebata,quedándonos solo con los recuerdos...
ResponderEliminarMUY BUENO,Y EMOCIONA,AL LEERLO,ME GUSTÓ
ResponderEliminarEXCELENTE... HERMOSO Y TIERNO RELATO DE VIDA!
ResponderEliminarUn hermoso cuento donde la ternura brilla, como brilla el amor que salió de tu alma hacia este hermoso gatito, con un final triste, pero a la vez bello, ya que la materia no acaba con la muerte, sino que se trasforma, en este caso la materia del gatito se transforme en la belleza de ese arbolito que a su vez nacieron bellas flores desparramando toda su fragancia.
ResponderEliminarBellísimo tu cuento amiga, gracias por compartirlo y un abrazo muy grande, Josan