cuento; "El Misterio"

      Lunes por la mañana me presenté en la empresa de limpieza que trabajaba. Ya tenía asignada mi tarea; me entregaron unas llaves y la dirección de un departamento.
      Llegué abrí la puerta, al entrar sentí una rara sensación, me detuve contra la pared para contemplar la pequeña habitación. Mis ojos contemplaron lo que allí había: dos sillas frente a frente, entre ellas una mesa redonda, en el centro una taza de café.
      Me detuve a distancia, mi mirada fue atraída como por un imán por la taza de café: era de color blanco, en sus relieves pequeñas flores de distintos colores con sus tallos marrones formando lineas salpicadas de pintitas verdes simulando hojas.
      Siempre a distancia, empecé a girar rodeando la mesa, con la mirada  fija en la taza, de pronto vi un círculo blanco con sus puntas selladas en la superficie que sobresalía formando el asa.
      Seguí el recorrido, siempre atrapada a lo único que que había sobre la mesa; era una extraña sensación para mi, sin explicación, porque en realidad era solo una taza de café.
      Seguí girando, las sillas me dieron la primera señal: el encuentro de dos personas.
      Terminé el recorrido, sin darme cuenta me encontré pegada a la mesa con la mirada fija en el borde de la taza, donde estaban marcados los labios de una mujer.
      Miré hacia el centro, era toda de color blanca  teñida por la borra del café; en el fondo formaron relieves de distintos tamaños; sin poder razonar lo que sentí, el imán dio paso a la curiosidad, empecé a obsevar  lineas que se elevaron por el contorno, algunas más finas que otras formando distintos dibujos, círculos, rectas, óvalos y perpendiculares que fueron quedando en el camino, pero me atrapó una en especial: nació en el fondo granulado y zigzagueando se elevó casi hasta la superficie dando un giro hacía abajo, como una flecha señalando su comienzo.
      Sentí la presencia de la mujer que había dejado marcado sus labios: una vida ya vivida llegando a su ocaso.
      Cerré los ojos, cuando los abrí el imán me había liberado, la curiosidad se volvió intrusa, la soledad de la habitación se agigantó y se aleó al misterio. En mis oídos sentí susurros que me atormentaron, las palpitaciones se aceleraron en mi pecho.
      En la desesperación comencé a retroceder lentamente, en silencio hacia la puerta. Salí pasé llave dejando adentro la soledad con el misterio de la borra de café...